lunes, 21 de septiembre de 2015

Comienzo de una vida nueva

¡Hola! Antes de entrar en el meollo que tenía pensado para la primera entrada del blog debo concluir con la formalidad de la presentación: Soy Laura y estudio primero de ingeniería en Tecnun, San Sebastián. Este blog parte como medio “aspiración de hobbie frustrado desde hace un par de años” y medio “trabajo para una asignatura de clase”, y tiene la intención de no ser solo algo pasajero. Una vez dicho esto que vale de minientradilla… ¡COMENCEMOS!

Todo comienzo es difícil, escarpado y en algunas ocasiones se hace bastante cuesta arriba, que decir que hablo desde de la experiencia propia estando en 1º de ingeniería (tiene tela el asunto que ande diciendo esto solo 3 semanas después de empezar). Igual me pasa con este blog, al principio no tendré ni idea de qué escribir, qué estilo usar a la hora de redactar y mucho menos si gustará a los (pocos) que lean esto. Pero porque algo sea difícil o desconocido no hay que echarse atrás, ni mucho menos, la dificultad debería ser un aliciente que te haga sacar lo mejor de ti, progresar, “tirar pa delante”.
Como ejemplo de esto voy a poner el primer día de universidad, que todavía lo tengo fresco en la memoria (mejor lo cuento ahora que cuando tenga la cabeza llena de matrices, ondas y programación).
El primer día de universidad creo que ha sido el que, sin duda alguna, he estado más nerviosa en toda mi -corta- vida, encima estuve sufriendo todo el viaje desde Vitoria hasta Donostia, pensando en todas las tonterías imaginables.” ¿Caeré bien a los de mi clase?” “¿Seré la más tonta de la clase?” “¿Me caeré por las escaleras nada más entrar en el edificio?” “¿Entenderé física aunque lo haya dado siempre en euskera?” “¿Tendré al fin algún profesor guapo?”.
Pero en cuanto empiezas a hablar con otras chicas que están en el mismo “modo flan” igual que tú, te das cuenta de que has sido una boba por estar sufriendo por anticipado. Que si estás nerviosa por algo nuevo, lo más probable es que el resto también lo esté. Si es que ya me lo decía mi madre y yo ni caso. En fin.
Suena el pistoletazo de salida de las 3 próximas semanas de estar preguntando constantemente el nombre y el lugar de donde viene a decenas de personas. Solo pensar que entre todas estas personas puede estar tu mejor amiga para toda la vida, tu enemigo mortal o hasta tu futuro marido es emocionante y escalofriante, ¿verdad?
Comienzan las cenas de clase, ya desde la 2 semana de clase, en las que ves al chico tímido de clase ligeramente ebrio frotarse las manos y el bigote (totalmente inexistente) como si fuera una mezcla entre el señor Burns y una mosca. Cenas en las que todos desarrollan un repentino sentido de la unidad y cantan a la vez canciones desde las más típicas vascas hasta el himno del Sevilla.
Jueves de pintxopote por el casco viejo de Donosti con tu compi de habitación en las que te lo pasas mucho mejor que en las susodichas cenas, básicamente porque un tío cualquiera no te obliga a bailar estúpidas canciones regueattoneras con él. Tío del que te olvidarás el nombre antes de lo que él ha tardado en tocar tu culo.
Tardes de sábado de compras con las amigas (cuando no te estás dejando el lomo estudiando), probándote ropa que ni borracha te la comprarías, cotorreando, riendo, tomando unas cervecitas con limón y mientras poniendo verde a todo quisqui (desde profesoras de primaria que estaban locas hasta alguna compañera de clase que parece tener un grado en decir y hacer estupideces, igual era de estos nuevos grados dobles, quien sabe).
Ratillos en el gimnasio (estos abundan bastante menos, todo hay que decirlo), porque algo hay que hacer con nuestros amigos los adipocitos. Ya que este año no tengo a nadie que me diga que haga todo tipo de abdominales habrá que tirar de fuerza de voluntad.

Y ahora que lo pienso… ¿Dónde quedaron los nervios después de todo esto? El sexto sentido de las madres nunca falla…